Una avalancha de informaciones sencillamente inaceptables se ha cuestionado en el exterior a través de la prensa internacional contra la República Dominicana sobre la reciente sentencia emitida por el Tribunal Constitucional dominicano, que los hijos de emigrantes indocumentados pueden perder su status a partir del año 1929. Esta disposición ha causado una inmensa desinformación: ¿de cuáles hijos de extranjeros pueden lograr ser ciudadanos dominicanos?...
En un acto sobre las decisiones legítimas del Estado dominicano y para los dominicanos, hubo la intromisión de un grupo de mujeres extranjeras pro-haitianos y algunas auténticas dominicanas, que rompieron con irresponsabilidad y desconsideración el molde de una ceremonia oficial, vociferando el rechazo de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la nacionalidad; además le agregaron la inaceptable e impropia frase de que “todos somos Haití”, en el momento que nuestro presidente Danilo Medina iniciaba el discurso central en una actividad de Cepal. Definitivamente escenificaron un show de muy mal gusto.
Si agregamos a lo antes dicho las reflexiones colectivas de las mayorías de las órdenes religiosas, inspiradas en la escencia de la doctrina católica y en los valores del cristianismo, nunca fruto de la emocionalidad; condenan unánimemente la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional. Ahora bien, conviene señalar que la migración haitiana es un problema con dos vertientes: uno es el humano y el otro recae sobre el Estado. Por lo que se deben buscar soluciones humanas y políticas. Reconociendo que la solución verdadera e inmediata en el mundo actual va a ser difícil para resolverse a corto o mediano plazo por lo impopular, cuando se entorpece la solidaridad y el humanismo. En fin, si evaluamos las causas de los problemas que enfrentamos como sociedad sobre el comportamiento de las conductas indeseables, hay que tener prudencia con nuestro nacionalismo puro, para pensar sin pasión y sin estridencias. yadira morel
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