Ponen Coleccion

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miércoles, 23 de octubre de 2013

La ortografía en las redes sociales











 Arismendy Rodríguez
(Profesor de Filosofía y Lógica Jurídica, UAPA)

En diciembre de 2012, a propósito de mi artículo “Democracia en tiempos de redes sociales”, en una nota al pie prometí volver sobre el tema de las redes sociales pero enfocando la problemática de las recurrentes faltas de ortografía.

Resulta deprimente y escandalosa la cantidad de faltas en la escritura de millones de mensajes que circulan a diario, principalmente, en las redes de facebook, twitter y los mensajes instantáneos a través de los teléfonos “inteligentes” con acceso a Internet.

He escuchado a más de uno decir que “la Internet le ha dañado la escritura a las jóvenes generaciones”, con cierta pena, y sarcasmo a la vez, le refiero que cómo puede ser posible tal fenómeno, puesto que la Internet es un mero medio o instrumento, no más. Internet no cobra vida propia y escribe en contra de su voluntad.

La Internet y, puntualmente, las redes sociales lo que sí han puesto en evidencia son nuestras grandes falencias o deficiencias en el manejo del lenguaje escrito. Lo que hoy nos escandaliza a través de las redes sociales y otros medios, existía antes pero bajo soportes más rudimentarios y de menor alcance o difusión. Lo que sucede es que la esfera de lo público hoy es más vasta, se llega a más personas en menor tiempo, se ha democratizado la información, el rol de informar ya no es exclusivo de los medios y profesionales del periodismo, sino que con la llegada de los dispositivos electrónicos conectados a la red cualquiera se arroga el derecho de informar (¿desinformar quizás?) sin prestar mucha o ninguna atención a las más elementales normas de ortografía.

Pero cuidado, no se emocionen, las faltas ortográficas que pululan en las redes sociales no son exclusivas de los improvisadores, ni de los analfabetos que por simple esnobismo han adquirido el último teléfono celular o la última portátil, no. Lo que verdaderamente resulta aterrador y debiera ponernos a pensar seriamente, es ver al LICENCIADO o LICENCIADA fulano/a de tal escribiendo garrafalmente. Muchos de nuestros amigos que, incluso descaradamente, firman  incluyendo el título alcanzado como si fuera parte de su nombre de pila en sus perfiles de las redes sociales, se expresan con tantas incorrecciones que bien le valdría despojarse del título u ocultarlo, para que sus impronunciables errores ortográficos y faltas de concordancia al escribir sean menos bochornosos.

La apabullante cantidad de faltas ortográficas en las redes parecen ganarle la carrera al buen arte de escribir, y lo peor es que nadie se inquieta, todo parece normal. Las faltas ortográficas en esos medios, lamentable es decirlo, son la regla; escribir correctamente, la excepción. La inmensa mayoría, parece sacrificar la correcta manera de escribir, por el inmediatismo y rapidez por “informar” o expresarse.

Por un tiempo me di a la tarea de corregir una que otra falta de los mensajes de aquellos contactos con los que tenía mayor confianza, pero, como era de esperarse no resistí la embestida de la avalancha de mensajes donde las faltas eran la regla y la correcta escritura la excepción. Lo único que no abandonaré será el cuidado de escribir con la debida corrección y confiar en que alguien mejorará su ortografía al calor de nuestras intervenciones e intercambio de ideas. Aún estoy convencido que merece la pena dedicar tiempo a repasar lo que escribimos, con diccionario en manos o en nuestro computador, conscientes de que las consecuencias de no hacerlo pueden ser catastróficas.

Si nos detuviéramos un poquito a pensar en la impresión que causamos dependiendo del buen o mal manejo de las normas ortográficas, seríamos más cuidadosos. Nicolás de Avellaneda decía, refiriéndose al hábito de la lectura, que: “Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él”; mutatis mutandis pienso que se puede decir lo mismo respecto de quien escribe correctamente.

La problemática, sin dudas, es sistémica. Disponemos de un sistema educativo que se torna recurrentemente fallido en el desarrollo de habilidades comunicativas. También estamos inmersos en una generación que lee poco o no lee, lo que se traduce en una escasísima capacidad de comunicación efectiva y de buen manejo del lenguaje, nadie da lo que no tiene.
Pero, no todo está perdido, existen novedosas y loables iniciativas que, a través de las mismas redes sociales, han implementado algunas instituciones como la Real Academia de la Lengua Española y organizaciones como Fundéu (Fundación del Español Urgente) con el ánimo de difundir contenidos sobre el buen uso del español y resolver dudas lingüísticas.

También toman cada vez más fuerza en las redes sociales los grupos abiertos que propenden por un adecuado manejo del lenguaje escrito. Por ejemplo me llamó la atención un grupo titulado, a modo de reproche: “Tus faltas de ortografía me impiden unirme a tu grupo” y otro mucho más curioso: “Tus faltas de ortografía hacen llorar al niño Dios”.

Dado lo delicado del problema, no sería descabellado aspirar a unas redes sociales que incluyan filtros para repeler los mensajes con graves faltas de ortografía, aunque esto nos enfrente con personas como la autora del siguiente mensaje:

“Me Artan Todas Esa Gente Que Se La Pasan No Mas Reprochandonos
Que Tenemos Mala Ortografia ,Que Importa? Lo Que Bale Es Lo
Eres y No Como Escribes
No Es Un Pecado Cada Quien Escribe Como Quiere Y Ya Dejen De
Fastidiar
Sean Felises Y Dejen Ser Felis. Para Que Sepan Me Importa Un…” (Omitimos la última palabra).

Cualquiera tira la toalla y a Dios que reparta suerte.

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