Por Arismendy Rodríguez
Los Ni-Ni constituyen aquel segmento de la juventud, de
entre 12 y 24 años, que ni estudian ni trabajan. Esta situación representa un
drama social que se torna epidemia en América Latina y que demanda un
concienzudo análisis que permita determinar sus causas, características y
posibles soluciones a corto, mediano y largo plazo porque de lo contrario
nuestro futuro sería bastante incierto.
Según datos de la Corporación Latinobarómetro, el 21% de
los jóvenes de América Latina son Ni-Ni. La República Dominicana es la campeona
en este triste panorama, con un reprochable 34%, como se puede apreciar supera
con creces a la media regional. Nos estamos refiriendo, en concreto, a un
segmento social situado en una condición de vulnerabilidad grimosa, un ejército
de jóvenes inmovilizados, con escasas o nulas posibilidades de desarrollar sus
capacidades e integrarse productivamente a su comunidad.
El origen del fenómeno es complejo estructural y
personalmente hablando. Dentro de las causas estructurales se observan
limitaciones en el acceso a la educación, problemas de retención y, los que
sobreviven al sistema chocan de frente con la falta de oportunidades reales de
inserción en el aparato productivo. En cuanto a las causas de naturaleza
personal o familiar encontramos con demasiada frecuencia familias
disfuncionales y entornos familiares poco favorables. Conectando con este
último aspecto, bien apuntaba el ministro de educación de Costa Rica, Leonardo Garnier: “Lamentablemente, hay muchos casos en los que
se presenta un trágico círculo vicioso: hogares en los que la educación no es
valorada, sino más bien menospreciada, en los que los padres se sienten incluso
amenazados cuando los hijos estudian, pues ven en eso una forma de reproche;
puede ser un ambiente poco propicio para evitar la condición de Ni-Ni “.
El sistema educativo en América Latina ha logrado avanzar
en lo relativo al acceso a la educación, pero la deserción se erige actualmente
en el verdadero talón de Aquiles y el dolor de cabeza para las autoridades o
líderes del sector educativo. Los Ni-Ni abandonan los estudios por las pocas
perspectivas de mejora a futuro de su calidad de vida, se lanzan al mercado
laboral informal y por carecer de las capacidades técnicas necesarias, apenas
sobreviven, constituyéndose esto en un círculo vicioso que trunca las
posibilidades de que nuestros países den el salto cualitativo en la producción
de riquezas. Es decir, muchos jóvenes no permanecen en el sistema educativo
porque visualizan escasas oportunidades y no se insertan al aparato productivo
en plenitud de condiciones por carecer de los conocimientos y formación
requerida y, en esta dinámica van quedando excluidos o segregados, aumentando
con ello la desigualdad, la pobreza y la marginación.
Por muchas razones el Estado debiera activar la alarma y
actuar, en especial si se quieren contrarrestar los alarmantes niveles de
violencia tan cacareado en estos días. Pues, si bien es cierto que no se ha
podido establecer una relación de dependencia entre los Ni-Ni y el incremento
de la violencia y la criminalidad, algunos estudios sí han comprobado la
relación desigualdad-violencia social que es, prácticamente, lo mismo.
La problemática es seria y amenaza con profundizarse,
pues, parece surgir otra generación todavía más perniciosa que la Ni-Ni. Se
trata de la generación Ni-Ni-Ni, la que ni estudia, ni trabaja, ni le interesa
ninguna de las dos anteriores, una generación que nace, crece, se reproduce y
muere en completa apatía.
Entonces, ¿qué hacer? He ahí la cuestión. Existe cierto
consenso en señalar que la fórmula inicial es ampliar la cobertura, calidad y
pertinencia de la educación. Se debe vender bien la idea al colectivo social de
que la educación es una vía potencializadora de mejoras en la calidad de vida,
locomotora del bienestar individual y colectivo. Pero, concomitantemente, el
sector empleador (público y privado) tiene el compromiso de ampliar las
oportunidades de trabajo decente. Esta fórmula parece persuadirnos, pero sólo
como medida preventiva. Pero, ¿qué hacer con los que ya son Ni-Ni?, respondamos
con Garnier: “… una vez que se ha dado el abandono del sistema educativo, las
estrategias deben ser distintas, incluyendo oportunidades de “educación
abierta”, para que quienes abandonaron el estudio puedan completar su
secundaria y tener oportunidades de educación técnica”.
Agregaría también la pertinencia de una alianza
estratégica que involucre al Estado, al sector privado y la sociedad civil para
respaldar y fomentar prácticas emprendedoras y creativas. Esto ayudaría a
desterrar de la mente del que aprende el espejismo de que la única opción de
bienestar y movilidad social es conseguir un empleo, induciéndole a emprender
su propio proyecto de negocio.
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